Cuando pensamos en ciudades inteligentes, viene a nuestra mente una idea futurista del urbanismo, aunque el origen de la Smart City y su futuro, no pasan necesariamente por los coches voladores.
Los que ya peinamos unas cuantas canas, podemos imaginarnos caminando por las calles de Los Ángeles entre carteles luminosos, pantallas y replicantes mientras suena Vangelis.
Blade Runner, por si aún no tenías clara la referencia, nos da una visión un tanto pesimista de las ciudades del futuro (tal y como se veían desde un lejano 1985). Se entendía que la movilidad sería más ágil, que las viviendas tendrían una tecnología avanzadísima… pero las ciudades serían muy hostiles para las personas.
El tema de la movilidad está pendiente de resolver, pero las viviendas y negocios conectados sí son algo que empezamos a disfrutar de manera cotidiana. En cuanto a las inhabitabilidad de las ciudades… el concepto de las Smart City tal y como las entendemos tiene un importante componente sostenible, en eso hemos salido ganando.
Que es una Smart City
Antes de bucear en sus orígenes, conviene revisitar este concepto para tenerlo totalmente claro.
Bueno, como en cualquier palabra que se acompañe del adjetivo inteligente, las ciudades “inteligentes” también se caracterizan por estar impulsadas por la tecnología para trascender las características básicas de un paradigma no digital. Pretenden, por esta vía, lograr una calidad de vida superior, ser más eficientes y sostenibles.
Vivimos una realidad en la que nos rodean los objetos inteligentes, los llevamos en el bolsillo, en la ropa, en el coche… también están en nuestros escritorios o en las tiendas que visitamos.
El desarrollo de la conectividad y la implantación cada vez más intensiva del IOT, hacen que digitalizar nuestro entorno vital a gran escala, sea el paso más lógico. El ecosistema digital ya existe, así que solo hace falta darle una coherencia e interconectarlo para tener una Smart City.
¿Cuál es el origen de la Smart City?
Antes de proseguir un apunte más: debemos diferenciar entre dos tipos básicos de Smart Cities; las que se han creado como tales desde el inicio y las que, fruto de la transformación digital, se han convertido ellas (pero ya existían previamente).
Ahora si, hecha esta breve introducción y este matiz, podemos entrar en materia sobre el origen de las ciudades inteligentes.
En este caso, más allá del cine y la literatura, donde podemos encontrar miles de ejemplos en los que la imaginación humana se ha dejado volar. El recorrido es relativamente corto, al fin y al cabo, están supeditadas a una tecnología avanzada y una conectividad de banda ancha rápida y muy estable. Se podía soñar con ellas, pero no tanto darles forma sin ese soporte técnico.
El primer experimento o intento de hacer un ciudad inteligente, está documentado precisamente en Los Ángeles, como Blade Runner, pero mucho más modesto en cuanto a despliegue y alcance.
Era un proyecto que supuso una de las primeras aplicaciones de Big Data más o menos como lo conocemos ahora. Se llamó “A Cluster Analysis of Los Angeles” y utilizó bases de datos y ordenadores, además de fotografías aéreas con cámaras infrarrojas, para tomar decisiones urbanísticas.
Eran los primeros años 70, con lo que ya es impresionante conceptualmente.
Después llegaron los años 90 y, con ellos, Amsterdam se lanzó al proyecto de convertirse en una Smart City a través de la conectividad. Para empezar, consiguió que más de 100.000 habitantes de la ciudad tuvieran acceso a Internet, con ello vino una de las primeras comunidades de ciudadanos conectadas (la mayor hasta aquella fecha).
En esta línea surgieron iniciativas similares en Berlín, Viena o Nueva York
Lo cierto es que, visto con los ojos de 2022, podría decirse que esta DDS (así se llamaba), era casi una aproximación mayor al Metaverso. Se replicaba la estructura de Amsterdam con sus calles, plazas, hogares y cafés en los que las personas podían interactuar mediante chats. Contaban incluso con cementerio para aquellos que salían de la ciudad.
En 2009 podemos decir que es cuando se aceleró significativamente en cuanto a la evolución de las Smart Cities. Ocurrieron varias cosas significativas:
- IBM lanza una campaña dotada con 50 millones de dólares para apoyar a las ciudades en su digitalización.
- La Ley de Recuperación y Reinversión de Estados Unidos (ARRA) proporcionó financiación para proyectos de redes inteligentes en Estados Unidos.
- La Directiva de Electricidad de la UE, exigía a los Estados miembros la implantación de contadores inteligentes en el 80% de los consumidores antes de 2020.
Estados Unidos y Europa movían ficha, pero fue Japón la que lanzó un proyecto piloto en la ciudad de Yokohama. Uno de los motivos que llevó al gobierno japonés a esta iniciativa, fue reducir el impacto del cambio climático (de nuevo la sostenibilidad como motor).
Yokohama había triplicado su población en los últimos 60 años y, por lo tanto, la demanda de energía había experimentado también un enorme aumento. Todas las medidas que tomaron con respecto a la obtención de la energía (solar, biomasa y otras renovables) y la movilidad (bicicletas publicas y car sharing eléctrico), tenían el foco en reducir la huella de carbono.
Porque, esto es de lógica, las ciudades inteligentes solo tienen sentido si nos ayudan a garantizar la viabilidad de la vida en las mismas. Si no se perderán como lágrimas en la lluvia.