Parece que siempre hay cierto recelo a hablar del fracaso, cuando la realidad nos dice que se aprende mucho más de los errores que de los aciertos.
Pensando en esto he decidido que, por esta vez, vamos a dejar un poco al margen a todos esos emprendedores que han dado con la tecla mágica y han convertido un pequeño negocio local en la nueva sensación de Sillicon Valley.
Hoy nos vamos a centrar en analizar por qué fallan los proyectos de transformación digital y cómo podemos anticiparnos a esos errores.
5 motivos por los que falla la transformación digital
Voy a citar los que, a mi juicio, se dan de manera más recurrente en los proyectos que he podido analizar (y, modestamente, son muchos).
Es curioso ver cómo tropiezan con la misma piedra una y otra vez, empresas de distintos segmentos y dimensiones. Parece claro que hay patrones que se repiten.
#1 – Transformación sin objetivos definidos
Hace años conocí a una persona que estaba emocionada ante la idea de vender online. Hablaba con vehemencia de las virtudes del eCommerce y lo que iba a cambiar el panorama de los negocios. Cuando le pregunté qué quería vender, me dijo literalmente: “no lo sé, eso es lo de menos”.
Pues esto es lo que ocurre demasiadas veces dentro de las empresas; se toma la decisión de transformarse, pero se quiere hacer sin tener muy claro cómo y para qué.
Como ocurre siempre en los negocios: el que tiene un plan suele ganar. Así que tómate la molestia de hacer una auditoría de tu empresa, trata de detectar cuales son los campos y áreas en las que tienes más margen de mejora a través de la digitalización, evalúa los recursos y el ratio de dificultad de implementación vs. beneficio… en definitiva: prioriza.
Solo con esto ya tienes mucho ganado.
#2 – No hay liderazgo en el cambio
Toda transformación tiene mucho de evangelización. No basta con que implantes un nuevo software que realice determinada tarea, necesitas que alguien dentro de la organización ejerza ese rol de líder transformador.
Como buen líder es importante que sea una persona que esté convencida de las ventajas del proceso que se está emprendiendo, que lo entienda (idealmente que le apasione) y que tenga la capacidad para ser didáctico y la paciencia para hacer llegar esas virtudes a los implicados.
#3 – Resistencia al cambio
Esto entronca de manera directa con el punto anterior o, al menos, converge en muchos puntos.
Los cambios son molestos; es así. ¿Cuántas veces has escuchado eso tan manido de: “esto lo llevamos haciendo así toda la vida”? Afortunadamente siempre hay alguien que quiere ir un poco más allá, porque si no seguiríamos viviendo en cuevas que calentaríamos con hogueras… “como se ha hecho toda la vida”.
Es vital que todos los trabajadores abracen el cambio, que entiendan que, aunque ahora les pidamos un esfuerzo extra de capacitación y de cambio de procedimientos, es algo que va a redundar en determinados beneficios para su productividad y la calidad de su trabajo.
Dedica el tiempo necesario a exponer todas esas ventajas con ejemplos concretos de lo que va a optimizarse. Dile, por ejemplo, al responsable de facturación, que con el nuevo programa va a tener datos más fiables y va a poder descargar informes en tiempo real sin tocar el Excel… ese tipo de cosas son las que cambian la perspectiva.
Si no, la tendencia es mantener los viejos procesos y herramientas con los que se sienten más cómodos.
#4 – Las prisas
Has esperado mucho tiempo, la historia no va a cambiar en cuestión de un par de días/semanas más o menos.
Prepara tu plan, forma al equipo, asegúrate de tener controladas la mayor parte de las casuísticas y entonces… entra en periodo de prueba para ver si todo funciona antes de eliminar los procesos antiguos.
Este periodo de convivencia es necesario porque, por muy bueno que sea tu equipo técnico y muy potente que sea la solución creada o contratada, los fallos ocurren y es mejor tener un plan B antes que perder dinero.
Las prisas son unas pésimas consejeras.
#5 – Ser reactivos
Alguien se entera que uno de nuestros competidores ha sacado una app para móviles, lo comenta en la oficina y nos volvemos locos, nos obsesionamos con que tenemos que lanzar una app lo antes posible y que sea mejor.
Es necesario un punto de pausa, que una persona se haga una pregunta que parece muy sencilla pero no lo es tanto: ¿necesitamos una aplicación para algo? Porque la estrategia de uno puede no ser en absoluto válida para otro.
Como te decía, es curioso ver la cantidad de proyectos de transformación digital que fallan por uno de estos cinco puntos, aunque hay más que podríamos analizar ¿quieres una segunda parte de este post? Solo tienes que pedirlo en mis redes sociales o en los comentarios de este artículo.